Por el dramaturgo Roberto Ramos- Perea Publicaciones Gaviota

Publicaciones Gaviota que ahora dirige Javier González, el hijo del gran patriota y editor que fue nuestro hermano Norberto González, ha encaminado sus esfuerzos a publicar una serie de libros de literatura testimonial que, al parecer, han tocado importantes fibras del sentir puertorriqueño. Particularmente, aquellos asociados a las reafirmaciones de la mujer ante el sistema patriarcal.
No necesariamente son libros de autoayuda. Muchos de ellos son hondas reflexiones que hacen sus autoras sobre los sucesos de su vida y las conclusiones a las que llegan después de dolorosos procesos de autoconocimiento y de enfrentar, con gran valentía, todas las desigualdades, el machismo, la opresión, el abandono y el ultraje al que son sometidas muchas mujeres en nuestra nación.
El libro 30 años de silencio, de la escritora Ideliz Izquierdo Liboy, es un testimonio autobiográfico desgarrador sobre la pérdida, el trauma y la resistencia femenina.
Manifestar nuestro dolor, si bien es suficiente para quien lo hace, quien lo lee necesita más. Y ese «más» está en las reflexiones inteligentes que se pueden hacer sobre el valor de la vida.
La autora, quien llama a su testimonio «memoria novelada», utiliza el seudónimo de Deliris, una niña que revive en cada página el impacto del suicidio de su madre, Esmeralda, quien víctima de violencia doméstica y del abandono tomó la trágica decisión de quitarse la vida. Los recuerdos de una niña de seis años se narran con extremo dolor, culpa y desesperación.
Lo fundamental del libro es su travesía personal para liberarse de esa cicatriz de ausencia y cómo sus abuelos toman a su cargo el cuidado y la educación de Deliris en un mundo adolescente rodeado de familiares varones que intentan violentarla en varias ocasiones. Hay capítulos donde se narran, con gran angustia, escenas que marcaron el corazón y la conciencia de esta autora.
Izquierdo cuenta cómo crece entre pesadillas, abusos silenciados, religiosidad opresiva y una constante búsqueda de amor y sentido. El suicidio de su madre no solo la dejó huérfana, sino también emocionalmente exiliada, sumida en preguntas sin respuesta que intenta sanar a través del arte, la escritura y la maternidad.
El libro, como testimonio desesperado, en ocasiones se torna angustiante y reiterativo de esa angustia. Aunque se expresa abierttamente sobre sus experiencias, lo que quisiera y lo que vive, sus pensamientos tropiezan con la imposibilidad emocional para seguir adelante. Por ello, revive el patrón de opresión paterna en varias de sus parejas, aumentando su desgracia psicológica.
No es un libro para hacer juicios. Es un libro para ser solidarios con el dolor y con su esperanza. Porque treinta años después del suicidio materno, la autora encuentra paz, comprensión y aceptación de los hechos.
Se extraña de esta memoria una reflexión más profunda sobre lo que el suicidio implica. Todos tenemos suicidas en nuestra vida. Yo, personalmente, cargo unos cuantos. Y la experiencia me ha enseñado que no hay una única manera de tomar ese tema. Cada uno lo vive como lo siente. Pero sí, como escritores y esto es un consejo de viejo escritor para su autora-debemos expresar lo que pensamos įmás allá de nuestros dolores!, sobre estas acciones de los seres que amamos y que nos dejan tan indefensos. Manifestar nuestro dolor, si bien es suficiente para quien lo hace, quien lo lee necesita más. Y ese «más» está en las reflexiones inteligentes que se pueden hacer sobre el valor de la vida.
Izquierdo Laboy es una buena escritora. Aunque este libro es más emotivo que literario, sobresale por un uso creativo de las situaciones vividas, que están narradas con sutileza y generosidad de adjetivos. Y eso nos parece muy acertado.
El libro busca empatía y abre camino a la sanación a través de una generosa cascada de emociones y sentimientos, y ciertamente lo logra.


Libros disponibles en:

