Novela
Autora Idelys Izquierdo Laboy
Nueva edición
Consíguelo en 30 años de silencio — Libros787.com https://libros787.com/products/30-anos-de-silencio



Dedicatoria
A los que dan serenidad aunque les lleven tristezas. A los que jamás te roban la paz y la felicidad. A los que sin lograr reponerse, no pierden la paz y la esperanza. A los que han llegado a ser sabios, no por inteligencia sino por prudencia.

Pesadilla
Desvanecía mi mente…
Al transcurrir el tiempo, no encontraba la salida del peso que cubrían mis sienes e iba falleciendo sin obtener una respuesta. No comprendía cómo reducir la frontera de la muerte que ocupaba mi mente y me desvelaba en las noches enloqueciéndome por desaparecer en las tinieblas. De día palpitaba mi corazón hasta perder mi respiración arrojándome a la atmósfera, buscando el aire gritando hacia el cielo de manera tenebrosa -¿Dónde se encuentra la raíz de mi problema?- me preguntaba.
Personas que conocían mi situación daban diferentes opiniones, pero ninguno me satisfacía. Visitaba los médicos, me daban medicamentos para librarme de las alucinaciones o tal vez de algún maleficio, mas esto, poco a poco, me iba enloqueciendo. Pasaba el tiempo y el temor dominaba todo mi cuerpo, cada día era peor mi dolor y mi angustia. Ella estaba allí y en la tela de sus ojos veia la muerte. El espíritu de Esmeralda vagaba alrededor de mi vida entera y era lo que no se podía explicar….
Todo comenzó una noche cuando dormida sentía un gran peso en mi cuerpo hasta reventar mis sienes. Mi espiritu huía del alma despojándome de mis fuerzas, mientras las voces internas salian a la luz estando yo dormida»: «Uh, uh, uh», era el sonido que escuchaba y la visión de un humo en forma de lenguas mientras cada pedazo de mi cuerpo se desprendía.
-«Dios mío, Dios mío, ayúdame, retira esto de mí»-.

Novela 30 Años de Silencio
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Mis gritos no se escuchaban porque el espiritu endemoniado también había robado mi voz, sólo funcionaba mi capacidad mental para pedirle a esa fuerza sobrenatural que le llaman «Dios» que me ayudara. Una vez pronunciaba el nombre de Dios: «Yaveh», sentía la devolución de mi cuerpo y espíritu, pero con el dolor en mis rodillas y mis piernas. «Uh, uh, uh» eran las voces que nuevamente se escuchaban cuando me devolvían el alma. Transmitiendo el gran trance el miedo de sentirme perdida. Sabía que no estaba dormida, solo poseía un suspenso que era a razón de este sufrimiento. Una vez todo terminaba quedaba mi cuerpo sin fuerzas. Tiraba mis brazos, mis piernas y todo mi cuerpo…
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